Mire mi café, le había dado vueltas y más vueltas pensando, y apenas si lo había probado.
Sonó la puerta, observé, nada, entró un caballero envuelto
en su gabardina empapada ¡Vaya! Tocaba seguir esperando.
Entonces rememoré mis recuerdos de una vida pasada, todo
brillaba, era libre, reía y disfrutaba.
No había problemas, ni preocupaciones, había gente que ya se
encargaba de esas cosas, simplemente vivía ajeno a la realidad, en mi mundo, pensando
que lo mas difícil y los mayores problemas eran aprobar asignaturas y tener
novia, ilusionado con tener coche y soñando con un trabajo que me diera mucha
pasta y un ático donde vivir a mi aire libremente.
Sonreí para mis adentros y una mueca de risa amarga se
dibujó en mi cara, cuanto había cambiado el cuento, ahora sabía lo que era la
vida, hacerse mayor, ver como era de distinta la realidad de lo soñado.
Los que habían sido mis mayores problemas, hoy día eran anécdotas,
descubrí que ni eran problemas, ni tenían tanta importancia, al final comprendí
que daban alegrías y penas pasajeras.
Pensaba en mi vida gris y anodina… ¡Mi vida! Volví a sonreír
amargamente, recordando la máxima de ¡Trabaja para vivir, no vivas para
trabajar! Y estaba abocado a esta segunda, tenía un trabajo que al fin y al cabo
me gustaba, pero que consumía cada minuto de mi vida, apenas si tenía un día o
dos al mes para poder hacer algo distinto a mal dormir, trabajar, comer, trabajar,
mal dormir.
Y encima tenía que estar agradecido, tal y como estaba el
mercado y los verdaderos problemas que acechaban a la gente.
Intentaba ser positivo, diciéndome a mi mismo,
convenciéndome, de que podía estar peor; pero… Qué carajo también podía estar ¡Mejor! Me había convertido en un conformista, en una tabla empujada por el río hacia
el mar… Como estoy mejor que los demás, estoy bien ¡Vaya farsa!.
Suspiré, di un trago a mi café, miré mi móvil, 16:30 Esta
cita era importante, era una oportunidad para cambiar mi vida, una oportunidad
para coger un pedacito de mis sueños, para que un rayo de luz iluminase mi
apagado día a día.
Ya no pensaba en ganar más dinero, ni en lujos, ni
comodidades, solo quería algo tan simple como poder tener tiempo, aumentar mi
autoestima, poder sacar mi lado más positivo, ayudar a la gente y a mi mismo.
Oía la máquina de café echando vapor, el tic tac del reloj
de pared y el suave sonido de jazz que ponían en la radio, acabé mi café y me
predispuse a coger mi abrigo y mi sombrero cuando de repente, sonó la puerta y… Allí estaba, había llegado mi oportunidad.